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Cuentan los ancianos ancestros, que el Gran Espíritu Creador, observando la creación de este Universo reflexionaba en voz alta:
-En mi infinita Esencia Divina, me he creado como nebulosas, planetas y astros. También me he creado en diversidad de formas de vida, pero siento que me falta algo- dijo mientras sentía la energía de su núcleo palpitante.
-En todos los multiversos me he creado como la perfección Divina que soy, no tengo otra forma de experimentarme a mí misma, pero en este, siento que anhelo poner el núcleo mismo de mi corazón en una creación especial- divagó mientras con sus manos de luz hacia girar su núcleo al que dio forma de corazón.
Al mirar su corazón, sintió que éste empezaba a latir fuertemente.
-¡Ya sé cómo me voy a crear!
Así, se puso manos a la obra y empezó a expandir la energía de su núcleo divino y fue moldeándose en un nuevo planeta.
-Me moldearé redondo- pensó, -Así tendré ciclos de principio y fin y todo estará contenido en una esfera sagrada. Me convertiré en agua y seré un hermoso planeta azul, para que todo el Universo sepa que mi núcleo de amor está ahí. Me convertiré en Tierra para poder seguir creando y pariendo nuevas formas de vida desde el útero de mi amor. Seré el Gran útero divino de este Universo- decidió.
Así, el Gran Espíritu se convirtió en agua, creando océanos, ríos, lagos y mares. Se convirtió en árboles, plantas, piedras y flores, creando bosques, selvas y montañas. Se convirtió en Tierra fértil que pudiera ser fecundada para ser una paridora de existencia.
El Gran Espíritu ya se había creado como el Sol, pero fue entonces cuando vio que el Sol, sería el que tendría la misión de recordar que toda vida es Luz sobre este hermoso útero, y, sería el encargado, de fecundar toda forma de vida, para que este gran útero, pudiera seguir creando existencia.
-Esta hermosa forma mía será un hogar para todo aquello que yo soy, sin importar si me creé en ella o en otros lugares del Universo. Lo tendrá todo, lo contendrá todo y lo creará todo. Mi núcleo Divino residirá en su mismo centro y será el corazón pulsante que dará sostén a este gran útero de vida y consciencia.
Este gran útero es un hogar para todo lo que yo soy- se dijo a sí mismo.
-Debería darle un nombre. Mayormente soy agua, así que debería llamarme Madre Agua. Aunque también soy Tierra y es probable que me acaben llamando Madre Tierra- se dijo dudando en que nombre ponerle.
-Bueno, seguro que al final cada ser me llamará de formas distintas. Lo importante es, que, en esta forma de creación, seré la Madre del Universo.
El Gran Espíritu se sentía inmensamente feliz creándose a sí mismo como una hermosa joya azul y empezó a invitar a sus formas de otros mundos a manifestarse en su corazón.
Comunicó a las razas de otros mundos que descendieran para que la vida, más allá de su propia forma, empezara a tener lugar. Entonces pensó que algo le faltaba.
-¿Y si me creo como una criatura distinta al resto de criaturas de los distintos mundos que soy?
Así decidió crearse como ser humano. -Seré una especie distinta. Una especie que pueda ir expandiendo la consciencia sin límites y pueda experimentarlo todo. Una especie capacitada para crecer, evolucionar, sentir y experimentar a través de 5 sentidos sensitivos que estarán relacionados con la ínfima parte de materia que tendré.
Estos 5 sentidos también los tendré a nivel energético, así podré seguir experimentando aquello que no pueda ver. Seguiré siendo mente y conciencia en este traje de experimentación y podré expresarme, sentir, pensar y tomar decisiones que cambien el curso de mi experiencia.
Me otorgo la libertad, de ser lo que quiera ser y de experimentar lo que desee vivir, y, para ello, voy a crearme como dualidad, y de este modo, podré colorear mi vida con toda la gama de colores existentes.
Seré creador y manifestador de realidades en estas formas de mi propia esencia y seguiré siendo ilimitado e infinito. Para darme más variedad me crearé en dos formas: como hombre y como mujer y contendré en mí mismo las dos energías primordiales; el Universo y la Tierra.
Cómo hombre, portaré la semilla de la vida en mi interior. Como mujer, seré la extensión del útero de la Tierra y completaré, nutriré, gestaré y haré crecer esa semilla en mi vientre, sirviendo de portal de entrada a otras partes de mi propia esencia para seguir experimentándome.
Así será en todas las especies. Este gran útero será mi propia existencia creándose a sí misma en todas mis formas divinas y mi mayor aprendizaje, será sostener el amor que soy en esencia.
Crearé recipientes de energía perfectos en su funcionamiento y en sus ciclos, y, en su interior, crearé espirales sagradas que funcionarán como anclajes para que nunca me olvide de que soy el Todo y lo contengo Todo. Cada espiral, será regida por una ley universal y una dimensión para qué siempre pueda retornar a mi centro y, la espiral central, contendrá un fragmento de mi núcleo divino que pulsará sincrónicamente con el pulso del corazón de este gran útero y contendrá en su interior, el poder completo de lo que yo soy.
Otras espirales serán alineadas fuera del recipiente de mi humanidad, pero estarán contenidas en un campo personal de energía que me sostendrá en el tiempo espacio. Todo conectado entre sí para qué, aun en el caso de que me olvide de mí mismo, siempre pueda volver a la consciencia de mi ser.
Mi corazón pulsante como el latido de este gran útero, me susurrará al oído, que yo soy la Divinidad en sus millones de formas cuando me sienta perdido.
El Gran Espíritu dio por concluida su creación especial y activó su poder omnisciente, omnipresente y omnipotente en cada corazón humano.
Cuentan los Guardianes ancianos, que, durante mucho tiempo, los seres humanos hablaban con los mares, con los ríos, con las montañas, con los árboles y las piedras. Recordaban quienes eran…
También veneraban, honraban y cuidaban el gran útero sagrado de la Tierra. Se comunicaban con las otras especies existentes y se vivía en armonía y unidad. Los seres vivían en comunidad, se respetaban y eran capaces de ver su divinidad en todo lo que contemplaban; vivían desde el corazón…
Pero llegaron tiempos de cambio, y, el ser humano, se sumergió en tiempos de transición que iniciaron una forma más dual de percibirse y experimentarse.
Muchos seres se perdieron en la noche oscura del alma y empezaron a separarse de sí mismos. Otros despertaron la sed por el poder y la manipulación y empezaron a distorsionar su propia divinidad y la del mundo en el que habitaban. El ser humano despertó su ambición y empezó a sentir que no era una especie más, que era la especie dominante y, en consecuencia, podía crear o destruir sin preocuparse de nada más.
Esta separación de sí mismos los llevó a separarse, no tan solo de su propio corazón, si no del corazón de la Tierra. Se perdió el respeto, la unidad y la consciencia y se crearon conflictos, guerras de poder y desigualdades. El ser humano dejó de hablar con los árboles, con los ríos, con las montañas y dejó de vivir en armonía con el resto de las especies, incluso con su propia especie.
El Ser humano se olvidó de que era la Gran Consciencia y empezó a perderse a sí misma y a generar sufrimiento y dolor.
El Gran Útero empezó a sufrir las consecuencias de esta separación, en que, la humanidad, entró en una amnesia profunda que generó más distorsiones, más manipulaciones y más caos. El ser humano dejó de ver a la Tierra como su Gran Madre y empezó a descuidarla y a dañarla desde el olvido de ser la misma divinidad que la Tierra es.
Dicen los ancianos guardianes, que el Gran Espíritu sabía de antemano que esto sucedería, para eso creó la dualidad y decidió experimentarlo todo, dándose la libertad de navegar entre la luz y la sombra. Pero, este olvido de ser El Gran Espíritu llevó a la especie humana a sumergirse tan profundo en su oscuridad que olvidó por completo que también era luz.
Aun así, desde el corazón cristalino de la Tierra y desde el corazón humano, el corazón de la Divinidad pulsa las 24 horas del día para recordarnos que estamos hechos de pedacitos de su propia esencia, que somos su Gran Consciencia a una escala más pequeña pero igual de ilimitados, luminosos y amorosos, y que solo tenemos que encontrar el camino que nos lleve de nuevo a nuestro centro, porque somos, eternamente Divinidad.
Tuwa - Un viaje hacia lo profundo del Espíritu
Shanandai Cespón
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